INCREDULIDAD POR DESILUCIÓN
Dijéronle pues los otros discípulos: Al Señor hemos visto. Y él les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré. Juan 20:25
Uno de los discípulos del Señor Jesucristo fue Tomás. Quien tuvo que enfrentarse cara a cara con su maestro quien le enrostra algo en lo cual nosotros también caemos, la incredulidad. El nombre Tomás, que significa ‘gemelo’, es mencionado en los otros evangelios, pero sólo en el evangelio de Juan se registran algunas de sus intervenciones. Es lamentable que este discípulo en general sea conocido sólo por este episodio que vivió frente a frente a Jesús, y de ahí que se le denomina “Tomás el dudoso” o “el incrédulo”, tanto así que de este pasaje surge el refrán usado por muchos: “ver para creer”.
En honor a la verdad, Tomás fue un apóstol bastante fiel al Señor Jesús, aunque algo pesimista. Siempre con miedo a perder a su Maestro y mostrando algún desánimo, aunque siempre expresa su intención de seguirlo. Por ejemplo, ¿Recuerdan cuando las hermanas de Lázaro mandan a avisar a Jesús que su amigo está gravemente enfermo? Esto se relata en Juan Capítulo 11. Allí se nos dice que los discípulos trataron de convencer al Señor para que no vaya a Judea, pues los judíos querían matarlo. Al ver que Jesús estaba decidido a ir, Tomás dice a sus compañeros: “Vamos también nosotros, para que muramos con él” (Jn. 11:16). Su pensamiento es que: “Si piensan matar a Jesús, es mejor que no muera solo, todos muramos con Él. Todos vamos a morir”. También allí en Juan capítulo 14, en el relato de la última cena, cuando Jesús anunció a sus discípulos que estaba por ascender de este mundo al Padre, Tomás le pregunta: “Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?” (Juan. 14:5). En otras palabras, le dijo, “Señor, queremos seguirte, pero no sabemos cómo ni adónde”, con un sentido, yo diría, de lamento. Y así es, como Tomás por medio de estos relatos expresaba su fidelidad, pero sin mucha esperanza.
Muchas veces cuando nuestras expectativas acerca de lo que el Señor debe ser o hacer se despedazan, una de las reacciones más comunes es endurecernos en una incredulidad amarga. Y No es que el Señor haya fallado en prometernos algo y no cumplirlo, sino que nosotros fuimos quienes nos forjamos anhelos y deseos sobre el Señor que los más probable son ajenos a lo que Él ha dicho realmente en Su Palabra, por lo tanto, dejamos de apreciar lo que el Señor sí ha cumplido, perdiéndonos así la oportunidad de gozarnos en Él; por aferrarnos a anhelos y expectativas terrenales que nosotros mismos nos levantamos. Debemos tener claro que Dios no es un genio en una botella, que cumple nuestros deseos. Dios es el Señor de todas las cosas, y nosotros simplemente, sus siervos por misericordia. Realmente no se trata de nuestros deseos y expectativas terrenales, sino de Su voluntad, la perfecta voluntad de Dios. Tomás y todas aquellas personas que hoy se encuentran en este estado de “incredulidad por desilusión”, demuestran que simplemente que son sabios en su propia opinión, porque tienen un exceso de confianza en su visión de las cosas y en su criterio. De hecho, aquí vemos a Tomás, quien era un simple discípulo, un vaso de barro, imponiendo condiciones al alfarero para creer en Él. Esto es lo que le ocurre a quienes están de tal forma concentrados en sí mismos, que no dejan lugar a la Palabra de Dios.
¡A Dios la Gloria!
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