JESÚS EL SALVADOR, FRENTE A NUESTRAS AFLICCIONES

JESÚS EL SALVADOR, FRENTE A NUESTRAS AFLICCIONES

” Y oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, mas por gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.” Juan 11:4

En este capítulo nos encontramos con un hermoso milagro que nos lleva a contemplar la Deidad de Cristo. Jesús se encontraba en su año de pasión, estaba muy cerca de enfrentar la cruz, de hecho, faltaban muy pocos días. Recordemos que el último tiempo del Maestro estuvo marcado por el rechazo y aborrecimiento de Su pueblo, sin embargo, nada pudo ocultar la gloria de Cristo al mostrar Su poder sobre la muerte y la aflicción de quienes lloraban la muerte de Lázaro. En su ministerio terrenal, Jesús, demostró que nada ni nadie puede resistirse o ser indiferente ante la orden del Creador del cielo y la tierra. Jesús mostró su poder frente a la naturaleza (Mateo 8:23-27), los demonios (Mateo 8:28-34) y en esta ocasión lo hace sobre la muerte.

Lázaro de Bethania, era hermano de María y Marta, todos ellos amigos y discípulos de Jesús a quienes Él amaba (Juan 11:5), por tanto, cuando llegó el mensaje que Lázaro estaba en la agonía, probablemente todos esperaban que Él se fuera con urgencia a la casa de Sus amigos, pero notemos que Jesús no desesperó, Sus palabras de tranquilidad no fueron bien entendidas, pues se quedó dos días más en el mismo lugar antes de sugerir volver a Judea donde estaba Lázaro y donde antes habían intentado apedrearlo (Juan 11: 5 al 8. Jesús sabía que producto del retraso, su amigo ya había muerto, que la desolación y angustia se habían apoderado del corazón de los cercanos y que quienes le acompañaban probablemente consideraran innecesario volver a Judea a exponerse nuevamente al peligro. De hecho, Tomás expresa perfectamente la frustración y la confusión que les embargaba diciendo “Vamos también nosotros, para que muramos con él” (Juan 11:16). El escenario no era el mejor, Lázaro muerto, el desconsuelo de María y Marta, probablemente el enojo y malestar de quienes esperaban que Jesús actuara con urgencia y los otros discípulos probablemente con miedo a morir apedreados.

Cuando nos enfrentamos a momentos de aflicción por una enfermedad, la falta de trabajo, un accidente o quizás vemos sufrir y padecer angustia a alguno de nuestros familiares, es cuando inmediatamente recurrimos buscando auxilio y socorro para calmar nuestra ansiedad y frustración. Sin duda, rogamos y clamamos a Dios pidiendo urgencia ante nuestra desesperación. Debemos ser francos y reconocer que son esos momentos en los que más nos acordamos de Dios y buscamos corregir aquellas cosas que no han estado bien por años en nuestra vida, pensando que de esta manera moveremos a Dios para que actúe respondiendo con mayor urgencia a nuestra aflicción.

Jesús se compadeció ante la aflicción de sus amigos y discípulos, Lázaro volvió a vivir después de estar cuatro días en el sepulcro y Jesús demostró a los suyos que ni la muerte podrían contra Él. La gloria de Cristo había sido demostrada, muchos creyeron en Jesús en ese momento, en cambio otros conspiraban para matarle. Podemos ver que Jesús no solo es la resurrección y la vida, sino también, Él es Señor tanto en la salud como en la enfermedad y podemos comprender que los sufrimientos no son accidentes en la vida cristiana, sino un medio que el Señor usa regularmente para tratar con nuestra alma, mostrándonos Su gloria en medio del dolor para que seamos conformados a Su imagen.

¡Porque Él vive!

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