¿ME AMAS MÁS QUE A ESTOS?
Y cuando hubieron comido, Jesús dijo á Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos? Dícele; Sí Señor: tú sabes que te amo. Dícele: Apacienta mis corderos. Juan 21:15
Aquí tenemos a Pedro, el que más de una vez había declarado su devoción a Cristo hasta con su vida. En Juan 13:36-37: “Dícele Simón Pedro: Señor, ¿adónde vas? Respondióle Jesús: Donde yo voy, no me puedes ahora seguir; mas me seguirás después. Dícele Pedro: Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi alma pondré por ti”. O como lo dice en Mateo 26:33: “Aunque todos sean escandalizados en ti, yo nunca seré escandalizado”. Sin embargo, cuando tuvo que enfrentarse al peligro real de ser juzgado con Cristo, negó tres veces a Su Señor. Pedro le niega tres veces y ahora Jesús le pregunta tres veces. Anteriormente, Pedro había dicho: “Aunque todos estos se escandalicen, aunque todos te abandonen, yo nunca lo haré” en ese momento esas palabras no tienen que haber caído muy bien a los demás. Ahora Jesús le pregunta ¿Me amas más que estos? Pero, Pedro no contestó audazmente como lo había hecho anteriormente. Él no se jactó, contestó con temor y en total concordancia con la omnisciencia penetrante que el Señor tenía de su corazón. “Tú sabes que te tengo afecto”. La segunda vez, la pregunta resulta más profunda y dolorosa para Pedro, es como si Jesús le dijera: “Simón, con tu silencio respecto a estos otros has indicado que ya no crees que me amas más que ellos. Pero ahora, dejando de lado cualquier comparación, ¿me amas realmente? (Hendricksen). Pedro vuelve a responder lo mismo. Pareciera que todavía no se atreve a afirmar que tiene ese amor elevado por Cristo. Y la tercera vez Jesús vuelve a preguntar en los mismos términos de Pedro: “Simón, hijo de Jonás, ¿me tienes afecto? Pedro se entristece, porque el Señor está escudriñando su corazón, y ya no se siente seguro en sí mismo. Él sabía lo que sentía en su corazón, pero frente a la mirada escudriñadora del Señor, Pedro exclama: “Tú sabes todas las cosas; tú sabes que te tengo afecto”.
La pregunta del Señor es personal en todo sentido. La pregunta de Cristo también es para nosotros. Imagina a Cristo frente a ti, con Su mirada omnisciente, haciéndote la pregunta más difícil que nos hayan hecho: ¿me amas? Sólo de pensarlo, me lleno de temor reverente. Jamás podríamos tener nuestro corazón más expuesto que cuando estamos en la presencia del Señor. ¿Me amas? es una pregunta muy específica. ¿Me amas a mí?, para que no divaguemos en la respuesta, Jesús la hace muy personal. Él no está preguntando si amas a la iglesia o todo aquello que tienen que ver con el servicio a Él. Podríamos caer en la tentación de responder: “Hace muchos años que sirvo en la iglesia, amo esta iglesia y todo lo que hago lo hago por amor. Yo amo esta iglesia porque sé que es lo que tú amas”. ¿Me amas a mí?, otro podría responder: “Señor, claro que te amo porque todo lo que hago, lo hago pensando que es para tu gloria, deseo hacer lo mejor. Tengo mucha actividad, harto trabajo en la obra, trabajo tanto para ti, que a veces no me queda tiempo ni para orar ni leer la Biblia” ¿Me amas a mí? ¿me amas más que a tu familia?, ¿más que a tus hijos?, ¿más que a tu trabajo? Nuestro Señor no pide amor a medias. Este es un examen que siempre inquietará al hijo de Dios que desea cumplir con la voluntad de Dios. Roguemos de todo corazón para que sea Cristo el objeto de nuestro amor y que conocerle sea la máxima aspiración de nuestra vida. ¡Dios nos ayude!
¡A Dios la gloria!
(Feed generated with FetchRSS)