NO TE SOBREVENDRÁ MAL
No te sobrevendrá mal, Ni plaga tocará tu morada. Salmo 91:10
En los versos 9 al 13 el salmista se encarga de repetir nuevamente la promesa de cuidado y resguardo para los hijos de Dios. Quizás a una primera lectura cuesta entender la frase “no te sobrevendrá mal”, pues parece contradictorio que en el salmo 34 :19 se nos diga “muchos son los males del justo”. Para el hijo de Dios las pruebas son una real bendición, pues, aunque no nos gusta pasar por esos momentos difíciles, angustiantes e incluso de incertidumbres, todas esas pruebas nos ayudarán a que nuestro carácter sea conformado a la imagen de Cristo. El apóstol Santiago lo dijo con claridad (1:2 al 5) “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando cayereis en diversas tentaciones; Sabiendo que la prueba de vuestra fe obra paciencia. Mas tenga la paciencia perfecta su obra, para que seáis perfectos y cabales, sin faltar en alguna cosa. Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, demándela á Dios, el cual da á todos abundantemente, y no zahiere; y le será dada”. Si el Apóstol nos exhorta a recibir las pruebas con gozo, es porque realmente nada de lo que nos ocurre está fuera del control de Dios y todo lo que Él hace para los suyos es bueno en gran manera. De igual forma, debemos reconocer que a la vista de los hombres, muchas veces pareciera que estamos siendo bombardeados por muchos males, de hechos probablemente nos vemos cansados y atrofiados por las pruebas, pero precisamente por esto Santiago nos dice que, si no logramos comprender el propósito divino de lo que nos ocurre, solo basta con demandarlo a Dios, quien se encargará de entregarnos abundante sabiduría por medio de Su Palabra para que podamos disfrutar de esa paz que sobrepasa todo entendimiento.
Ni plaga tocará tu morada. Deseo compartir con ustedes un hermoso testimonio de Spurgeon a razón de esta última frase “En el año de 1854, cuando apenas estuve en Londres doce meses, el vecindario en el cual laboraba fue visitado por el cólera asiático, y mi congregación sufrió en sus incursiones. Familia tras familia me invocaron a estar al lado del herido, y casi cada día era llamado para visitar la tumba. Me entregué hacia la ferviente joven labor de las visitas a los enfermos, y fui enviado a todas las esquinas del distrito por personas de todos los rangos y religiones. Me cansé en mi cuerpo y enfermé en el corazón. Mis amigos parecían caer uno a uno, y me sentí o creí que estaba enfermando como aquellos alrededor de mí. Un poco más de trabajo y llanto me hubiera llevado al desánimo, así como los demás; sentía que mi carga era más pesada de lo que podía soportar, y estaba a punto de hundirme debajo de ella. De la manera como Dios dispuso, estaba regresando de una casa en luto del funeral, cuando mi curiosidad me condujo a leer un papel el cual estaba sobre la ventana de un zapatero en la Calle Dover. No parecía como un anuncio del comercio, ni tampoco lo era, pues llevaba en una buena letra de molde estas palabras: –‘Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, Al Altísimo por tu habitación, No te sobrevendrá mal, Ni plaga tocará tu morada.’ El efecto sobre mi corazón fue inmediato. La fe se apropió de este pasaje como propio. Me sentí seguro, refrescado, lleno con inmortalidad. Fue hacia la visita del moribundo con calma y con un espíritu en paz; no sentí temor ni mal, y no sufrí ningún daño. La providencia la cual movió al comerciante a colocar esos versículos en su ventana los cuales agradecidamente reconocí, y en la memoria de su maravilloso poder, yo adoré al Señor mi Dios.”
Alabemos al Señor por Su eterno cuidado por cada uno de nosotros.
¡Porque Él Vive!
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