¿SOMOS REALMENTE VERACES?
“Verdad digo en Cristo, no miento, dándome testimonio mi conciencia en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón” Romanos 9:1-2
Pablo era, realmente, un hombre excepcional. Su amor por Cristo era tan notable que se reflejaba profundamente hacia los pecadores y especialmente hacia sus hermanos, los judíos. Su amor por Cristo le llevó a evangelizar a casi todo un imperio. Si se hubiese sentado a tirar líneas, él podría sacar cuentas alegres. Esta carta la escribió en su estadía en Corinto, en su tercer viaje misionero. Hasta ese momento, era el cristiano que más lugares había recorrido llevando el evangelio y fundando iglesias. Pablo culmina el capítulo 8 con palabras tan sublimes como emocionantes. Con gozo desbordante, nos eleva a la gloria. “Nada ni nadie nos podrá apartar del amor de Cristo”.
Aquél que en otro tiempo fue el perseguidor más fiero de la iglesia de Cristo, ahora puede cantar gozoso, que es parte del cuerpo de Cristo y que absolutamente nada podrá quitarle esa bendición. Sin embargo, había una gran tristeza en su corazón y un continuo dolor. Él comienza diciendo “Verdad digo en Cristo”, Pablo fue acusado por los judíos de traición, fue odiado por sus hermanos por abrazar el cristianismo. El fariseo de fariseos, ahora es odiado y perseguido por aquellos que alguna vez fueron sus compañeros de persecución contra la iglesia. Los judíos hacían todo tipo de acusaciones contra él, pusieron en duda su apostolado, quisieron desacreditar sus enseñanzas, se decían todo tipo de falsedades contra él. Pero aquí está diciendo “Verdad digo en Cristo”. Pablo llama a Cristo por testigo, para aclarar que lo que está diciendo es completamente cierto. Luego llama a su propia conciencia para dar testimonio de la veracidad de sus dichos. Dice, además, que su conciencia está sometida al Espíritu Santo.
Ningún verdadero creyente, diría una mentira poniendo a Cristo y al Espíritu Santo por testigos. He aquí una profunda aplicación para nuestras vidas. El apóstol nos enseña cómo debe proceder un hijo de Dios sincero y totalmente honesto. ¿Podemos traer como testigos a Cristo y al Espíritu Santo, para decir que somos veraces? ¿Tenemos un profundo amor por nuestros hermanos, más que nuestros propios intereses? ¿Somos realmente sinceros, cuando le decimos a nuestros hermanos que les amamos? ¿o sólo son palabras lisonjeras e hipócritas? Queridos hermanos, también aquellos que ejercen liderazgo en la iglesia, incluso los pastores, es necesario aprender del amor de Pablo hacia la iglesia y sus hermanos. Que realmente, andemos en la verdad de Cristo, lejos esté de nosotros buscar nuestros propios intereses, o hacer cosas que me beneficien solo a mí sin interesarme por los demás. ¡Dios nos ayude! Para que, cuando digamos algo, seamos creíbles, porque siempre hemos actuado en la presencia de Cristo, con conciencia limpia, ajustando nuestros actos a La Palabra de Dios y obedeciendo al Espíritu Santo.
¡A Dios la Gloria!
(Feed generated with FetchRSS)