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DIOS MIO, EN TI CONFIO

DIOS MIO, EN TI CONFIO

“Dios mío, en ti confío; No sea yo avergonzado, No se alegren de mí mis enemigos.” Salmo 25:2

El salmista continúa declarando su absoluta confianza en Dios. El Historiador anglicano Thomas Fuller dijo de este Salmo “En el Salmo veinticinco (David) está de rodillas y levanta su voz a Dios, y sobre estos dos goznes gira todo el Salmo; por una parte, ruega de todo corazón a Dios suplicando misericordia; por otra, humildemente lamenta su propia miseria”

Aprender a confiar en Dios debe ser uno de nuestros mayores anhelos. Creo que ninguno de nosotros confiaría en alguien a quien no conoce ¿cierto?, bueno, sin lugar a duda ahí está radicado el secreto de aprender a confiar en Dios. Jesús mismo lo dijo “Esta empero es la vida eterna: que te conozcan el solo Dios verdadero, y á Jesucristo, al cual has enviado” (Juan 17:3). Cuando conocemos realmente a Dios y a Cristo es cuando disfrutamos del gozo de la vida eterna, un gozo que no se acaba, pues nos lleva a comprender que todo lo que vivimos en este mundo es temporal, porque nuestra morada está segura con Dios en la eternidad.

En la actualidad encontrar alguien en quien depositar nuestra confianza y que no nos decepcione, es similar a “encontrar una aguja en un pajar”. ¿Cuántas veces hemos sido decepcionados por personas que hemos creído confiables?, claramente muchas, de hecho, pareciera que se nos hace más fácil confiar en los hombres (o mujeres) que en el soberano Dios. Pues, depositamos una y otra vez nuestra confianza en personas que nos traicionan y nos descorazonan. Probablemente cuando David realiza esta oración estaba pasando o había pasado por un gran fracaso, pues ruega “no se alegren de mí mis enemigos”. Precisamente, en ocasiones cuando nos sentimos derrotados, frustrados y avergonzados por lo que estamos viviendo, probablemente es cuando más vulnerables somos a volver a confiar en las personas. Cuando nuestra alma está atribulada y no podemos levantar nuestro corazón al Señor para ir en busca de ayuda y lograr calmar nuestra angustia o aflicción, es cuando debemos reflexionar en que el único digno de confianza es nuestro Señor y Dios, Él nunca miente, nunca falla y siempre cumple Sus promesas. “Dios no es hombre, para que mienta; Ni hijo de hombre para que se arrepienta: El dijo, ¿y no hará?; Habló, ¿y no lo ejecutará?” Números 23:19

Cuando quieres hacer un nuevo amigo(a), debes dedicar tiempo para conocerle, de la misma forma, si realmente deseas decir con la misma convicción de David “DIOS MIO, EN TI CONFIO” debes comenzar a conocer a Dios por medio de Su Palabra, hacer tuyas Sus promesas, buscarle en oración, pasar tiempo a solas con Él, pues de esta forma dejará de ser un extraño para ti. Conocer a Dios es confiar en Él.

¡Porque Él Vive!

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LEVANTARÉ MI ALMA

LEVANTARÉ MI ALMA

“A TI, oh Jehová, levantaré mi alma.” Salmo 25:1

Este hermoso salmo es un acróstico escrito por David, que no se conoce con certeza el período de tiempo en el que se compuso. Spurgeon dijo de este Salmo “David es ilustrado en este Salmo como una miniatura fiel. Su confianza santa, son muchos conflictos, su gran transgresión, su amargo arrepentimiento, y su profunda angustia, todos están aquí; así que vemos el mismo corazón del hombre tras el corazón propio de Dios”.

Sin duda, encontramos en este salmo a David implorando dirección, perdón y protección. David confronta las duras pruebas de la vida afirmando su completa dependencia de Dios. MacArthur sugiere la siguiente división para el salmo: versos 1 al 7, Oraciones en tiempo de prueba; versos 8 al 15, alabanza en períodos de confianza y versos 16 al 22 ruego de ayuda en la aflicción.

Cuando el salmista dice en el primer verso “levantaré mi alma” realiza una clara alusión a su total dependencia de Dios, él se rinde completamente ante su creador esperando quietamente que Él controle absolutamente su vida. Entrega toda su alma y su ser para que Dios haga como Él estime conveniente.

Debemos comprender que Dios exige de nuestra parte absoluta exclusividad. Aprender a depender de Dios es fundamental en la vida cristiana. Depender de Dios no significa que seamos imprudentes o insensatos. Recordemos que Jesús NO necesitó saltar de la parte más alta del templo para demostrar que dependía absolutamente de Su Padre (Mateo 4: 5-7). En este sentido, existe una gran diferencia entre confiar en Dios y poner a Dios a prueba. Por ejemplo, una persona que estando enferma se niega a visitar al médico, diciendo “Dios me sanará déjenme en mi casita”, esto es tan absurdo como soltar el manubrio del auto cuando vamos conduciendo “porque Dios guiará nuestro camino”. Sin duda, cuando visitamos al médico o cuando vamos conduciendo debemos depender de Dios, pues no existe nada ni nadie que se escape de Sus cuidados y control.

Levantar nuestra alma al Señor es poner completamente nuestra vida en Sus manos, en este sentido consideremos el ejemplo utilizado por Jesús respondiendo una pregunta de Sus discípulos, leamos Mateo 18:2 al 4. “En aquel tiempo se llegaron los discípulos á Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? Y llamando Jesús á un niño, le puso en medio de ellos, Y dijo: De cierto os digo, que si no os volviereis, y fuereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humillare como este niño, éste es el mayor en el reino de los cielos”. Una hermosa cualidad de los niños es que dependen de sus padres para su bienestar y protección, quienes somos hijos de Dios debemos aprender a ser como niños y entregar todo lo que somos y todo lo que deseamos ser al cuidado de nuestro amoroso Padre, pues sin duda Él conoce anticipadamente lo que es mejor para nosotros (1 Pedro 5:7).

¡Porque Él vive!

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¿SOMOS REALMENTE VERACES?

¿SOMOS REALMENTE VERACES?

“Verdad digo en Cristo, no miento, dándome testimonio mi conciencia en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón” Romanos 9:1-2

Pablo era, realmente, un hombre excepcional. Su amor por Cristo era tan notable que se reflejaba profundamente hacia los pecadores y especialmente hacia sus hermanos, los judíos. Su amor por Cristo le llevó a evangelizar a casi todo un imperio. Si se hubiese sentado a tirar líneas, él podría sacar cuentas alegres. Esta carta la escribió en su estadía en Corinto, en su tercer viaje misionero. Hasta ese momento, era el cristiano que más lugares había recorrido llevando el evangelio y fundando iglesias. Pablo culmina el capítulo 8 con palabras tan sublimes como emocionantes. Con gozo desbordante, nos eleva a la gloria. “Nada ni nadie nos podrá apartar del amor de Cristo”.

Aquél que en otro tiempo fue el perseguidor más fiero de la iglesia de Cristo, ahora puede cantar gozoso, que es parte del cuerpo de Cristo y que absolutamente nada podrá quitarle esa bendición. Sin embargo, había una gran tristeza en su corazón y un continuo dolor. Él comienza diciendo “Verdad digo en Cristo”, Pablo fue acusado por los judíos de traición, fue odiado por sus hermanos por abrazar el cristianismo. El fariseo de fariseos, ahora es odiado y perseguido por aquellos que alguna vez fueron sus compañeros de persecución contra la iglesia. Los judíos hacían todo tipo de acusaciones contra él, pusieron en duda su apostolado, quisieron desacreditar sus enseñanzas, se decían todo tipo de falsedades contra él. Pero aquí está diciendo “Verdad digo en Cristo”. Pablo llama a Cristo por testigo, para aclarar que lo que está diciendo es completamente cierto. Luego llama a su propia conciencia para dar testimonio de la veracidad de sus dichos. Dice, además, que su conciencia está sometida al Espíritu Santo.

Ningún verdadero creyente, diría una mentira poniendo a Cristo y al Espíritu Santo por testigos. He aquí una profunda aplicación para nuestras vidas. El apóstol nos enseña cómo debe proceder un hijo de Dios sincero y totalmente honesto. ¿Podemos traer como testigos a Cristo y al Espíritu Santo, para decir que somos veraces? ¿Tenemos un profundo amor por nuestros hermanos, más que nuestros propios intereses? ¿Somos realmente sinceros, cuando le decimos a nuestros hermanos que les amamos? ¿o sólo son palabras lisonjeras e hipócritas? Queridos hermanos, también aquellos que ejercen liderazgo en la iglesia, incluso los pastores, es necesario aprender del amor de Pablo hacia la iglesia y sus hermanos. Que realmente, andemos en la verdad de Cristo, lejos esté de nosotros buscar nuestros propios intereses, o hacer cosas que me beneficien solo a mí sin interesarme por los demás. ¡Dios nos ayude! Para que, cuando digamos algo, seamos creíbles, porque siempre hemos actuado en la presencia de Cristo, con conciencia limpia, ajustando nuestros actos a La Palabra de Dios y obedeciendo al Espíritu Santo.

¡A Dios la Gloria!

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LA NECESIDAD DE UN SALVADOR

LA NECESIDAD DE UN SALVADOR

Mas Dios encarece su caridad para con nosotros, porque siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros Romanos 5:8

En los capítulos 1 al 8, el apóstol demuestra la culpabilidad del hombre ante Dios y de la necesidad de Un Salvador. Nos advierte de la manifiesta ira de Dios sobre el pecador la cual es exhibida en el abandono de Dios.

Romanos 1 es una descripción vívida de una sociedad sin Cristo, que es exactamente, la descripción de la sociedad en nuestros días. Como dijo alguien: “La Biblia está más actualizada que el diario de mañana”. Luego, Pablo demuestra que tanto Judíos como gentiles son inexcusables ante Dios, “pero Dios muestra Su amor para con nosotros, porque siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Al final del capítulo 5 se introduce el tema de la gracia de Dios, demostrando que la salvación es por gracia y no por obras. Para evitar mal entendidos a esta enseñanza, Pablo inicia el capítulo 6 con una pregunta muy incisiva: “Pues qué diremos, ¿perseveraremos en pecado para que la gracia crezca? La respuesta es enfática: “En ninguna manera”. Todavía existen algunos que creen, que, por ser el evangelio por gracia, pueden mantenerse pecando. Pablo aclara que desde el momento que creímos en Cristo, somos muertos al pecado, así es que ya no podemos vivir pecando. La evidencia de la salvación, es el cambio de vida. “Pero ahora, habiendo sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como resultado la vida eterna” (Romanos 6:22). El capítulo 7, nos aclara la lucha constante que tenemos. Aunque el verdadero creyente busca la santificación, tiene una lucha interior contra su naturaleza caída. El Espíritu Santo que mora en nosotros, nos hace sensibles a las cosas espirituales, y nos deleitamos en la ley de Dios, pero también somos conscientes que nuestra naturaleza pecaminosa nos induce a pecar. No somos totalmente libres del pecado y en nuestra mente se manifiesta el pecado. Exclamamos con Pablo: ¡Miserable hombre de mí! ¿Quién me librará del cuerpo de esta muerte? (Romanos 7:24). Cuanto más espiritual es un creyente, tendrá mayor consciencia de su pecaminosidad.

El capítulo 8, el cual es clasificado por muchos eruditos, como el más importante de los capítulos de la Biblia, es una magnifica declaración de Dios que llena de seguridad y confianza a los creyentes. En tiempos de prueba y angustias, quizás sea el texto más leído y amado por los cristianos sufrientes. Tenemos la seguridad inconmovible de la promesa de Dios en este capítulo (Romanos 8:28-29). La salvación es segurísima, porque fuimos predestinados por Dios, para ser conformados a la imagen de Cristo. Tenemos plena certeza, que llegaremos al cielo, porque Dios nos ha predestinados para ser glorificados a la misma semejanza de Cristo y seremos transformados a un cuerpo glorificado, porque es la promesa de Dios. Sin el amor de Cristo no hay salvación, Sin Cristo no hay perdón de pecados y sin Cristo estábamos muertos eternamente (Efesios 2:5).

¡A Dios la Gloria!

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¿ME AMAS MÁS QUE A ESTOS?

¿ME AMAS MÁS QUE A ESTOS?

Y cuando hubieron comido, Jesús dijo á Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos? Dícele; Sí Señor: tú sabes que te amo. Dícele: Apacienta mis corderos. Juan 21:15

Aquí tenemos a Pedro, el que más de una vez había declarado su devoción a Cristo hasta con su vida. En Juan 13:36-37: “Dícele Simón Pedro: Señor, ¿adónde vas? Respondióle Jesús: Donde yo voy, no me puedes ahora seguir; mas me seguirás después. Dícele Pedro: Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi alma pondré por ti”. O como lo dice en Mateo 26:33: “Aunque todos sean escandalizados en ti, yo nunca seré escandalizado”. Sin embargo, cuando tuvo que enfrentarse al peligro real de ser juzgado con Cristo, negó tres veces a Su Señor. Pedro le niega tres veces y ahora Jesús le pregunta tres veces. Anteriormente, Pedro había dicho: “Aunque todos estos se escandalicen, aunque todos te abandonen, yo nunca lo haré” en ese momento esas palabras no tienen que haber caído muy bien a los demás. Ahora Jesús le pregunta ¿Me amas más que estos? Pero, Pedro no contestó audazmente como lo había hecho anteriormente. Él no se jactó, contestó con temor y en total concordancia con la omnisciencia penetrante que el Señor tenía de su corazón. “Tú sabes que te tengo afecto”. La segunda vez, la pregunta resulta más profunda y dolorosa para Pedro, es como si Jesús le dijera: “Simón, con tu silencio respecto a estos otros has indicado que ya no crees que me amas más que ellos. Pero ahora, dejando de lado cualquier comparación, ¿me amas realmente? (Hendricksen). Pedro vuelve a responder lo mismo. Pareciera que todavía no se atreve a afirmar que tiene ese amor elevado por Cristo. Y la tercera vez Jesús vuelve a preguntar en los mismos términos de Pedro: “Simón, hijo de Jonás, ¿me tienes afecto? Pedro se entristece, porque el Señor está escudriñando su corazón, y ya no se siente seguro en sí mismo. Él sabía lo que sentía en su corazón, pero frente a la mirada escudriñadora del Señor, Pedro exclama: “Tú sabes todas las cosas; tú sabes que te tengo afecto”.

La pregunta del Señor es personal en todo sentido. La pregunta de Cristo también es para nosotros. Imagina a Cristo frente a ti, con Su mirada omnisciente, haciéndote la pregunta más difícil que nos hayan hecho: ¿me amas? Sólo de pensarlo, me lleno de temor reverente. Jamás podríamos tener nuestro corazón más expuesto que cuando estamos en la presencia del Señor. ¿Me amas? es una pregunta muy específica. ¿Me amas a mí?, para que no divaguemos en la respuesta, Jesús la hace muy personal. Él no está preguntando si amas a la iglesia o todo aquello que tienen que ver con el servicio a Él. Podríamos caer en la tentación de responder: “Hace muchos años que sirvo en la iglesia, amo esta iglesia y todo lo que hago lo hago por amor. Yo amo esta iglesia porque sé que es lo que tú amas”. ¿Me amas a mí?, otro podría responder: “Señor, claro que te amo porque todo lo que hago, lo hago pensando que es para tu gloria, deseo hacer lo mejor. Tengo mucha actividad, harto trabajo en la obra, trabajo tanto para ti, que a veces no me queda tiempo ni para orar ni leer la Biblia” ¿Me amas a mí? ¿me amas más que a tu familia?, ¿más que a tus hijos?, ¿más que a tu trabajo? Nuestro Señor no pide amor a medias. Este es un examen que siempre inquietará al hijo de Dios que desea cumplir con la voluntad de Dios. Roguemos de todo corazón para que sea Cristo el objeto de nuestro amor y que conocerle sea la máxima aspiración de nuestra vida. ¡Dios nos ayude!

¡A Dios la gloria!

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VOLVIERON A SUS REDES

VOLVIERON A SUS REDES

Díceles Simón: A pescar voy. Dícenle: Vamos nosotros también contigo. Fueron, y subieron en una barca; y aquella noche no cogieron nada. Juan 21:3

Los discípulos se fueron a Galilea tal como le fue dicho por el ángel, cuando Cristo resucitó: “Id presto, decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos: y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis; he aquí os lo he dicho” (Mateo 28:7). Entonces, ellos se fueron de Jerusalem a Galilea, obedeciendo la voz del ángel. El versículo 1 de este capítulo se nos dice que Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos en la mar de Tiberias, este es el mar de Galilea. Allí estaban juntos Simón Pedro, Tomás, Natanael, los hijos de Zebedeo, Jacobo y Juan, y otros dos que no se nombran. Estos 7 discípulos, por alguna razón que la Biblia no declara volvieron a la pesca. Simón les dice: “A pescar voy” y los demás le dijeron: “Nosotros iremos contigo”. No sabemos si es que ellos quisieron volver a su antiguo oficio y olvidarse de la predicación del evangelio o porque necesitaban algo de dinero para sustentarse por algún tiempo, por lo que haya sido: “ellos volvieron a la pesca” lo cual demuestra cierta incertidumbre de ellos, porque pasaron algunos días y Jesús no aparecía, y no estaban seguros qué hacer. La noche era el mejor tiempo para ir a la pesca, pero esa noche no pescaron nada. Volver a su antiguo oficio fue un verdadero fracaso.

Me imagino lo que debía haber pasado por sus mentes, si Jesús estuviera aquí todo sería tan diferente. Quizás Pedro les comentaría: “Una vez nos pasó algo parecido, estuvimos toda la noche y no pescamos nada, pero apareció el SEÑOR y me dijo que volviéramos a echar las redes; yo no le creí mucho, me acuerdo que le dije: “Maestro, habiendo trabajado toda la noche, nada hemos tomado; pero en tu palabra echaré la red”; pasó algo milagroso, las redes se llenaron de peces, incluso corrimos el riesgo de que la barca se anegara y nos hundiéramos”. En este relato que está en Lucas 5: 1-10, además, se nos dice que al ver este milagro “Pedro se derribó de rodillas a Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. Porque temor le había rodeado, y a todos los que estaban con él” (Lucas 5:8-9) Se llenaron de temor, ellos tuvieron miedo ¿por qué tuvieron tanto miedo? Pedro dice la respuesta: “Aléjate de mí, no te acerques, porque soy un hombre pecador. Ningún ser humano puede quedar indiferente ante la misma presencia de la Gloria y Santidad de Cristo. Pero Cristo se acercó a ellos y les dice: “No temas: desde ahora pescarás hombres”.

En el capítulo 21 de Juan, la historia es similar. Ellos estaban como a 100 metros de la ribera, a lo lejos ven a un hombre, ellos no saben quién es. Este hombre les pregunta: “Mozos, ¿Tenéis algo de comer?, “Muchachos”, Jesús usa un término común para dirigirse a los hombres en el trabajo. Ellos respondieron decepcionados: NO. Jesús les dice que echen sus redes nuevamente a la mano derecha y pescaron tanto que no podían sacar las redes. Entonces, fue reconocido por Juan quien les dice: “Es el Señor”. ¡Lo reconoce como el Señor! La experiencia de la resurrección les hace comprender que Jesús es Dios, sobre todo el apóstol Juan, quien declara en su evangelio que “Jesús es Dios encarnado”.

¡A Dios la gloria!

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VOLVIERON A SUS REDES

VOLVIERON A SUS REDES

Díceles Simón: A pescar voy. Dícenle: Vamos nosotros también contigo. Fueron, y subieron en una barca; y aquella noche no cogieron nada. Juan 21:3

Los discípulos se fueron a Galilea tal como le fue dicho por el ángel, cuando Cristo resucitó: “Id presto, decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos: y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis; he aquí os lo he dicho” (Mateo 28:7). Entonces, ellos se fueron de Jerusalem a Galilea, obedeciendo la voz del ángel. El versículo 1 de este capítulo se nos dice que Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos en la mar de Tiberias, este es el mar de Galilea. Allí estaban juntos Simón Pedro, Tomás, Natanael, los hijos de Zebedeo, Jacobo y Juan, y otros dos que no se nombran. Estos 7 discípulos, por alguna razón que la Biblia no declara volvieron a la pesca. Simón les dice: “A pescar voy” y los demás le dijeron: “Nosotros iremos contigo”. No sabemos si es que ellos quisieron volver a su antiguo oficio y olvidarse de la predicación del evangelio o porque necesitaban algo de dinero para sustentarse por algún tiempo, por lo que haya sido: “ellos volvieron a la pesca” lo cual demuestra cierta incertidumbre de ellos, porque pasaron algunos días y Jesús no aparecía, y no estaban seguros qué hacer. La noche era el mejor tiempo para ir a la pesca, pero esa noche no pescaron nada. Volver a su antiguo oficio fue un verdadero fracaso.

Me imagino lo que debía haber pasado por sus mentes, si Jesús estuviera aquí todo sería tan diferente. Quizás Pedro les comentaría: “Una vez nos pasó algo parecido, estuvimos toda la noche y no pescamos nada, pero apareció el SEÑOR y me dijo que volviéramos a echar las redes; yo no le creí mucho, me acuerdo que le dije: “Maestro, habiendo trabajado toda la noche, nada hemos tomado; pero en tu palabra echaré la red”; pasó algo milagroso, las redes se llenaron de peces, incluso corrimos el riesgo de que la barca se anegara y nos hundiéramos”. En este relato que está en Lucas 5: 1-10, además, se nos dice que al ver este milagro “Pedro se derribó de rodillas a Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. Porque temor le había rodeado, y a todos los que estaban con él” (Lucas 5:8-9) Se llenaron de temor, ellos tuvieron miedo ¿por qué tuvieron tanto miedo? Pedro dice la respuesta: “Aléjate de mí, no te acerques, porque soy un hombre pecador. Ningún ser humano puede quedar indiferente ante la misma presencia de la Gloria y Santidad de Cristo. Pero Cristo se acercó a ellos y les dice: “No temas: desde ahora pescarás hombres”.

En el capítulo 21 de Juan, la historia es similar. Ellos estaban como a 100 metros de la ribera, a lo lejos ven a un hombre, ellos no saben quién es. Este hombre les pregunta: “Mozos, ¿Tenéis algo de comer?, “Muchachos”, Jesús usa un término común para dirigirse a los hombres en el trabajo. Ellos respondieron decepcionados: NO. Jesús les dice que echen sus redes nuevamente a la mano derecha y pescaron tanto que no podían sacar las redes. Entonces, fue reconocido por Juan quien les dice: “Es el Señor”. ¡Lo reconoce como el Señor! La experiencia de la resurrección les hace comprender que Jesús es Dios, sobre todo el apóstol Juan, quien declara en su evangelio que “Jesús es Dios encarnado”.

¡A Dios la gloria!

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INCREDULIDAD POR DESILUCIÓN

INCREDULIDAD POR DESILUCIÓN

Dijéronle pues los otros discípulos: Al Señor hemos visto. Y él les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré. Juan 20:25

Uno de los discípulos del Señor Jesucristo fue Tomás. Quien tuvo que enfrentarse cara a cara con su maestro quien le enrostra algo en lo cual nosotros también caemos, la incredulidad. El nombre Tomás, que significa ‘gemelo’, es mencionado en los otros evangelios, pero sólo en el evangelio de Juan se registran algunas de sus intervenciones. Es lamentable que este discípulo en general sea conocido sólo por este episodio que vivió frente a frente a Jesús, y de ahí que se le denomina “Tomás el dudoso” o “el incrédulo”, tanto así que de este pasaje surge el refrán usado por muchos: “ver para creer”.

En honor a la verdad, Tomás fue un apóstol bastante fiel al Señor Jesús, aunque algo pesimista. Siempre con miedo a perder a su Maestro y mostrando algún desánimo, aunque siempre expresa su intención de seguirlo. Por ejemplo, ¿Recuerdan cuando las hermanas de Lázaro mandan a avisar a Jesús que su amigo está gravemente enfermo? Esto se relata en Juan Capítulo 11. Allí se nos dice que los discípulos trataron de convencer al Señor para que no vaya a Judea, pues los judíos querían matarlo. Al ver que Jesús estaba decidido a ir, Tomás dice a sus compañeros: “Vamos también nosotros, para que muramos con él” (Jn. 11:16). Su pensamiento es que: “Si piensan matar a Jesús, es mejor que no muera solo, todos muramos con Él. Todos vamos a morir”. También allí en Juan capítulo 14, en el relato de la última cena, cuando Jesús anunció a sus discípulos que estaba por ascender de este mundo al Padre, Tomás le pregunta: “Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?” (Juan. 14:5). En otras palabras, le dijo, “Señor, queremos seguirte, pero no sabemos cómo ni adónde”, con un sentido, yo diría, de lamento. Y así es, como Tomás por medio de estos relatos expresaba su fidelidad, pero sin mucha esperanza.

Muchas veces cuando nuestras expectativas acerca de lo que el Señor debe ser o hacer se despedazan, una de las reacciones más comunes es endurecernos en una incredulidad amarga. Y No es que el Señor haya fallado en prometernos algo y no cumplirlo, sino que nosotros fuimos quienes nos forjamos anhelos y deseos sobre el Señor que los más probable son ajenos a lo que Él ha dicho realmente en Su Palabra, por lo tanto, dejamos de apreciar lo que el Señor sí ha cumplido, perdiéndonos así la oportunidad de gozarnos en Él; por aferrarnos a anhelos y expectativas terrenales que nosotros mismos nos levantamos. Debemos tener claro que Dios no es un genio en una botella, que cumple nuestros deseos. Dios es el Señor de todas las cosas, y nosotros simplemente, sus siervos por misericordia. Realmente no se trata de nuestros deseos y expectativas terrenales, sino de Su voluntad, la perfecta voluntad de Dios. Tomás y todas aquellas personas que hoy se encuentran en este estado de “incredulidad por desilusión”, demuestran que simplemente que son sabios en su propia opinión, porque tienen un exceso de confianza en su visión de las cosas y en su criterio. De hecho, aquí vemos a Tomás, quien era un simple discípulo, un vaso de barro, imponiendo condiciones al alfarero para creer en Él. Esto es lo que le ocurre a quienes están de tal forma concentrados en sí mismos, que no dejan lugar a la Palabra de Dios.

¡A Dios la Gloria!

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UNA NUEVA VIDA PARA AQUEL QUE CREE

UNA NUEVA VIDA PARA AQUEL QUE CREE

Empero María estaba fuera llorando junto al sepulcro: y estando llorando, bajóse á mirar el sepulcro; Y vió dos ángeles en ropas blancas que estaban sentados, el uno á la cabecera, y el otro á los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. Juan 20:11, 12.

María Magdalena, ignorando lo que había ocurrido esa gloriosa mañana del primer día de la semana, se encontraba llorando fuera del sepulcro vacío. María no estaba pensando ni soñando en que Jesús estaba vivo. Ella creía que aún estaba muerto, y solo quería saber dónde estaba Él para poder terminar el trabajo de preparar Su cuerpo para el entierro. Esta es una evidencia más de que ella no notó las prendas del entierro debido a los ángeles.

Debemos notar que María Magdalena no conoció a Jesús hasta que Él se manifestó, probablemente ella pensó que hablaba con el jardinero o un trabajador de ese lugar. Ella no reconoció inmediatamente al Señor porque realmente nadie creyó a Sus Palabras “Es necesario que el Hijo del hombre padezca muchas cosas, y sea desechado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día” (Lucas 9:22). Aunque María vio dos ángeles, esto no le llamó la atención de manera particular, incluso ellos mismos le hicieron una pregunta, probablemente para despertar alguna evidencia de su fe, más su mente y corazón estaban nublados por las imágenes del sufrimiento de su maestro en la cruz, más su llanto se convertiría en alegría, y la noticia de la resurrección estaba por transformar su vida por completo. El amanecer del primer día de la semana marca también el amanecer espiritual de los discípulos de Cristo, el principio de la nueva creación y la redención de todas las cosas, el nacimiento de una fe y una esperanza que no se destruye ni perece.

No podemos culpar a Maria por su incredulidad, pues sin duda a nosotros nos hubiese ocurrido lo mismo. Nos cuesta creer y mucho más cuando estamos concentrados en el dolor o la angustia de los problemas de la vida, la vista se nos nubla, las lágrimas empañan nuestra visión para que no contemplemos las promesas que nos han sido reveladas en La Palabra de Dios. Recurrentemente debemos hacer nuestras las Palabras de Job “De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven” Job 42:5.

“Creer en Dios es la más básica de todas las consideraciones humanas. El reconocimiento que uno tiene del creador es el fundamento para aprender más sobre Él. Sin creer en Dios, es imposible agradarle o incluso acercarse a Él (hebreos 11:6). Las personas están rodeadas con la prueba de la existencia de Dios, y es sólo mediante el endurecimiento del pecado que los hombres rechazan esa prueba (Romanos 1:18-23). Es necedad no creer en Dios (Salmo 14:1)” Gotquestions.org. Cuando creemos en Dios, experimentamos una nueva vida, esa vida abundante que solo Cristo nos puede entregar cuando ponemos toda nuestra fe en Él.

¡Porque Él Vive!

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EN SUS MANOS NO TROPEZAMOS

EN SUS MANOS NO TROPEZAMOS

En las manos te llevarán, Porque tu pie no tropiece en piedra. Salmo 91:12

Este verso complementa el anterior respecto del mandato divino que reciben los ángeles para el cuidado del pueblo de Dios. En el original hebreo la palabra ángeles está en singular que significa enviado, por esto, algunos eruditos concluyen que este salmo es mesiánico, ya que el enviado de Dios es Jesús (Salmos 34:7). Jesús nos prometió durante Su ministerio en la tierra que Él estaría con nosotros hasta el fin del mundo (Mateo 28:20) y El Señor nos protege de lo que conocemos y de lo que desconocemos.

Tal como indicamos en el devocional anterior, Satanás utilizó engañosamente estos versos para tentar al Señor, sin embargo, Jesús se somete a la autoridad y la voluntad de Su Padre y trazando de manera fiel y verdadera La Escritura resiste al Diablo, quien huye sin conseguir su objetivo.

La enseñanza que nos entrega Jesús es exhortada por el Apóstol Santiago quien nos dice “Someteos pues á Dios; resistid al diablo, y de vosotros huirá” (Santiago 4:7). Satanás se especializa en incitar o invitar al pecado, su promesa implícita es el beneficio y satisfacción por el camino de la desobediencia. La Biblia nos muestra que es llamado el tentador (Mateo 4:3) y que desde la creación ha estado provocando a la humanidad al pecado. Así, la tentación es parte de nuestra vida diaria (1 Pedro 5:8), por esto, Jesús se encargó de enseñarnos desde el principio de Su ministerio la forma correcta de resistir y vencer al tentador, “…para que nuestro pie no tropiece en piedra”.

Cuando tropezamos en nuestro caminar, corremos el riesgo de caer, herirnos o dañar nuestro cuerpo. En este sentido, pareciera que hay cristianos que les gusta estar constantemente en el suelo o tropezando en su vida diaria y debemos reconocer que generalmente somos tentados por nuestra propia culpa. Santiago 1:14 dice “Sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído, y cebado”, pues, aunque sabemos que nuestra carne es débil (Mateo 26:41), nos colocamos a nosotros mismos en situaciones que estimulan nuestras debilidades y nos llevan constantemente a una vida pecaminosa. El apóstol Pablo nos aconseja recurrentemente que huyamos de la tentación (1 Corintios 6:18; 1 Timoteo 6:11; 2 Timoteo 2:22), esto es correr, escaparse o escabullirse, ya que el tentador siempre nos ofrecerá muchos argumentos racionales para que auto justifiquemos nuestra penosa conducta de orgullo y soberbia.

Jesús se sometió a la voluntad de Su Padre y trazó adecuadamente Las Escrituras para vencer al tentador. Sin duda que Dios no desea que vayamos de tropiezo en tropiezo, Él desea que vayamos de victoria en victoria, Él nos ha dado vida en abundancia (Juan 10:10) para que vivamos el gozo de la salvación (Salmo 51:12), nos ha entregado Su Palabra para que seamos verdaderamente libres (Juan 8:32) y nos ha dejado el Espíritu Santo que nos ha sellado (Efesios 1:13) y nos guardará hasta Su venida. Estamos muy bien equipados para vencer los ataques del maligno. No importan las pruebas o tentaciones que vengan en nuestro camino, La Palabra de Dios y Su Santo Espíritu son muchísimo más fuertes que las artimañas de Satanás y Su promesa es fiel y verdadera “Pues que á sus ángeles mandará acerca de ti, Que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, Porque tu pie no tropiece en piedra” Salmo 91:11 y 12

¡Porque Él Vive!

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